Constantemente ingresan al mundo nuevos seres humanos. Los dibujos planetarios estampados en el cielo en el preciso momento del nacimiento, le confieren a cada persona una impronta particular a través de su primera respiración. Es por eso que cada uno de nosotros tiene una constitución diferente de la de los demás.
La influencia estelar actúa sobre nosotros, así como funcionan las ondas en los aparatos inalámbricos. El hombre inventó sofisticados mecanismos de transmisión de ondas que pueden ser captadas a miles de kilómetros de distancia e imprimiendo su código y color.
Del mismo modo, las vibraciones planetarias de aquellas grandes órbitas de los cielos ejercen su influencia atravesando distancias siderales.
Cuando observamos el caleidoscopio planetario advertimos configuraciones favorables o adversas; si el influjo está dado por los astros benéficos, como Venus, Júpiter o el Sol, podremos asegurar que el recién nacido será una persona afortunada.
Si, en cambio, quienes rigen son Saturno, Marte o Urano, diremos que se trata de una persona de poca fortuna.
En realidad, los planetas nos indican una realidad a trazo grueso que nosotros podemos modelar a base de trabajo y perseverancia.